Cuando un producto se conoce popularmente por su marca y no hace falta aclarar de qué se trata  -desde un auto a una hojita de afeitar– es porque forma parte de la vida de la gente, de su cultura. Cuando una empresa produce un producto en el país durante 94 años, con aceptación, es parte del folklore nacional aunque haya sido creada en un país extranjero.

El Ford T, o el A y luego el V8 pasaron a denominarse “el Forcito”. En casa o en la de algún pariente o amigo siempre hubo un Forcito. Y la aceptación se generalizó cuando pasó a competir en las rutas –en la inmensa mayoría de los casos inexistentes o poco menos– y recibió la inmensa popularidad que le dieron, por ejemplo, los hermanos Gálvez o los también hermanos Emiliozzi, por nombrar a los más ganadores. Y además se identificó con la marca a la popular “chata”, la pick up F-100, que servía para el trabajo durante la semana y para hacer de auxilio en el TC los fines de semana y, especialmente, en los Grandes Premios. Así pasó a integrarse al folklore nacional.

Los tiempos cambiaron pero la fidelidad, no. Y ya nos imaginamos en algún lugar remoto de nuestra geografía a algún desprevenido mirando la parte delantera de un Mondeo y sorprenderse al ver el óvalo azul. ¿Esto puede ser un forcito?, se preguntará. Y ni pensar cuando le hablen del Kinetic Design…

J. C. Pérez Loizeau

 

Nuevo Ford Mondeo - Un nuevo concepto