En los últimos 48 años, todas las presentaciones de nuevos modelos se hicieron –salvo algunos matices– de la misma forma. Pero si el parque automotor creció...ni le cuento el parque periodístico. En 1970/71, 14 periodistas –durante un almuerzo empresario– organizamos una temporada internacional– G.P. de la República Argentina, por el campeonato mundial de Fórmula 1 y los Mil kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, cuando nos dimos cuenta que en el verano que estaba llegando no íbamos a tener trabajo. Aquellos 14 se transformaron en los 40, 50 o 60 que se ven ahora en cada presentación de alguna terminal. Los periodistas somos muchos más, pero las presentaciones no cambiaron.
Reunión en algún lugar de Capital Federal -los menos– o de la Provincia de Buenos Aires o Córdoba. Siempre lejos. Lo más lejos posible. Nos falta salir –a veces ocurrió– del país. Espectacular. Invirtiendo mucho dinero. Y mucho tiempo de todos: Organizadores y asistentes. Desayuno, almuerzo, merienda... casi unas vacaciones. Larga explicación de detalles del nuevo vehículo. A veces, interminable. Y luego las preguntas del periodismo. Un certamen generalmente triste, donde se busca no ofender a los anfitriones por razones obvias. Luego regreso con la bolsita con el obsequio –generalmente lo más esperado por los asistentes– y...una profusa información –escrita y electrónica– donde uno se entera, finalmente, de todo lo que quiere saber sobre el vehículo presentado y que oyó, entre sueños, durante dos o tres horas de disertación de los técnicos de la empresa. Así durante casi medio siglo.